Raúl García y Alfonso Lázaro eran, hasta el pasado viernes día 5 de febrero, dos humildes titiriteros que intentaban ganarse la vida de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad con sus espectáculos de guiñol. Hoy son conocidos en medio planeta. No, no es que uno de sus números haya sido elegido para ser representado en la gala de los Oscar ni en el nombramiento del príncipe heredero en alguno de esos países bendecidos por el Altísimo con un subsuelo preñado de petróleo.
La razón de su repentina fama -para sí quisieran muchos artistas una promoción tan vertiginosa- se ha debido a su estancia en la cárcel durante cinco días. La historia -la de su detención, no la de su espectáculo- es de por sí más rocambolesca, fantástica y surrealista que la que escenificaron la tarde del viernes en el distrito madrileño de Tetuán, durante las fiestas de Carnaval. Más o menos, la secuencia es la siguiente: a eso de las cinco de la tarde comenzaba la obra de títeres titulada La Bruja y Don Cristóbal. En un momento dado, uno de los personajes aparece en escena mostrando una pancarta en al que se lee Gora Alka-Eta, lo cual molestó a una pequeña parte de los cuarenta o cincuenta asistentes, que manifestaron su enfado, llegando incluso, uno de ellos, a intentar agredir a los titiriteros, cosa que hubiera conseguido si el policía local presente no se lo hubiera impedido. Es ahí cuando aparecen dos furgones de antidisturbios, identifican a los artistas y se los llevan sin más palabras. Lo acaecido a renglón de la detención es sabido por todos: el Partido Popular y algunos medios de comunicación se lanzan como lobos sobre los dos jóvenes y piden su cabeza a gritos con una furia y una parafernalia dignas de otros delitos y de otros delincuentes mucho más cercanos a ellos. De no haber sabido a qué se referían, yo hubiera dicho que Raúl y Alfonso habían puesto una bomba en un parque de atracciones en hora punta, habían violado repetidamente a un grupo de menores, habían bombardeado un país asiático o eran los culpables de las muertes del Madrid Arena, bueno, por los dos últimos ejemplos no se hubiera montado todo este alboroto.
El tema daría para escribir una novela y/o un guión cinematográfico, pero considero que lo correcto es ser breve y exponer solamente unos datos que pocos se han encargado de hacer saber:
- El espectáculo La Bruja y Don Cristóbal no se anuncia, por parte, de sus autores, como Espectáculo Infantil, sino como Teatro Popular, algo bien diferente.
- El espectáculo La Bruja y Don Cristóbal no es para todo los públicos, y así, según afirman varios testigos, lo anunciaron los propios artistas antes del comienzo, avisando de que la obra era antipedagógica y de que contenía actos atroces, inmorales e irreverentes.
- • La misma obra se había estrenado el 29 de enero en Granada, ciudad de residencia de los titiriteros y gobernada en su ayuntamiento por José Torres Hurtado, alcalde de ideología muy vinculada al Partido Popular.
Para quien tenga la mente libre de nieblas y símbolos partidistas queda patente que esto no es nada más que una Caza de Brujas –una más-, protagonizada por aquellos que cuando pierden la partida rompen la baraja, por aquellos que no digieren la derrota, por aquellos que para alcanzar sus fines no reparan en gastos.
Resulta indignante que estos dos artistas hayan sido detenidos por exaltación del terrorismo cuando existe una Fundación Nacional Francisco Franco que, aparte de lo que su propio nombre significa, amenaza con demandar a todo aquel que se atreva a retirar de la vía pública los símbolos franquistas que hoy en día -eso sí que es delito- permanecen en nuestro paisaje urbano. Resulta indignante que ahora hayan sido puestos en libertad bajo privación del pasaporte y con la obligación de presentarse diariamente en un juzgado o en una comisaría, mientras a pederastas confesos se les cita quincenalmente, mientras políticos, empresarios, banqueros, enciscados hasta las cejas de estafas, corrupción y demás maravillas, disfrutan de la nieve, de la playa y de todo sarao que se ponga a tiro. Resulta indignante que un cartel con Gora Alka-Eta, cuya presencia está justificada en el contexto de la obra, sea merecedor de prisión -más lo que les venga en un futuro- y que declaraciones públicas de obispos y arzobispos, amén de algún que otro alcalde, culpando a los menores de provocar a quienes abusan de ellos y a las mujeres de instigar a los hombres a pegarlas, no merezcan ni una simple reprobación.
Si este asunto no se soluciona de una manera lógica, razonable y justa, si la imagen de estos dos jóvenes titiriteros no queda debidamente lavada, si “alguien” no reconoce que se ha cometido un error… ¿Quiere esto decir que el nombre de ETA, entre otras siglas, no puede exhibirse de ninguna de las maneras en un espectáculo? Y, si esto es así, ¿no puede culparse de exaltación del terrorismo a algunas películas, entre ellas una que recientemente ha roto el récord de taquilla?
Artistas y organizaciones, como por ejemplo Amnistía Internacional, han salido públicamente en defensa de los titiriteros y de la libertad de expresión. Pero no es suficiente. Todavía recuerdo las manifestaciones multitudinarias vividas hace veinte años Sevilla y en Vigo cuando la Liga de Fútbol Profesional anunció su intención de enviar a sus equipos de fútbol a Segunda B por diferentes defectos en sus trámites legales. A la salida de la prisión, una veintena de amigos y de familiares recibían a los titiriteros.
El caso, dentro de su complejidad y su oscurantismo, resulta, al menos para mí, bastante claro. Estos dos pobres titiriteros son la bala empleada para fusilar a una alcaldesa, un consistorio y un proyecto político. Lo único que deseo es que este mal trago sirva para que a estos dos artistas les salgan bolos a tutiplén.
Para quien desee conocer mejor a Raúl García y a Alfonso Lázaro y a su Compañía de Títeres desde Abajo dejo un enlace a su web. Siempre resulta edificante, gratificante y necesario saber de lo que se habla.
Compañía de Títeres desde Abajo