pastillaverdeHace años, en unas conferencias sobre arqueología, celebradas si no me equivoco en la localidad alavesa de Luiaondo, el arqueólogo e investigador Agustín Azkarate pronunció unas palabras que me causaron tanto malestar como preocupación. No puedo reproducir literalmente sus asertos, pero venían a decir que a menudo, demasiado a menudo y muchas veces sin que se tenga noticia de ello, desaparecen para siempre monumentos, pequeños pero irrepetibles monumentos: ermitas, torres, caseríos, molinos, calzadas, hornos, puentes… Las razones son varias, y van desde la ignorancia más inocente hasta el interés más mezquino. Sea como sea, con esos humildes «montones de piedras» perdemos una parte de la Historia, y con ella cultura, raíces y conocimiento.

De los ejemplos citados, quiero hablar en estas páginas del último de ellos: puentes, un puente, concretamente el puente de San Martín de la Vega, localidad ubicada en la Comarca de las Vegas, al sur de la Comunidad de Madrid.

Visto sin saber nada de su historia, puede parecernos un simple puente de hormigón, hoy día partido como una enorme tableta de turrón, pintarrajeado de grafitis y, para más escarnio, viendo pasar bajo su esqueleto un camino de tierra en vez de un río. En este punto debo aclarar que el río, el Jarama, transcurre a pocos metros, debido a un cambio en su cauce, efectuado hace años. Con este panorama, el puente de San Martín semeja un cetáceo muerto y resecado fuera de su hábitat, un velero varado en medio de un océano de tierra y matojos.

Pero éste puente tiene su historia, su protagonismo en la Guerra Civil Española. Sus muros, su brea, su forja, fueron escenario de un episodio clave en aquella contienda cuyos tristes ecos aún resuenan en nuestros paisajes. No voy a narrar de mi mano los detalles de aquellos días de febrero de 1937. Hay suficientes páginas en Internet para que quien esté interesado pueda conocer aquel episodio de la batalla del Jarama.
Me conformo con lanzar la denuncia, con aportar, si es que sirve para algo, mi pequeño grano de arena para que las palabras de Agustín Azkarate dejen un día de tener vigencia, y con invitar a todos los que tengan tiempo y ganas, a visitar, contemplar y admirar este viejo puente, erigido en su día sobre las aguas del Jarama, un río que hace siglos cruzara con sus huestes el califa Abderramán III, de ida y de vuelta en sus anuales campañas contra los territorios cristianos.

Estamos rodeados de Historia y no lo sabemos.

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