Al Este campos de trigo,
como oro joven,
como luz, como himno vivo.
Al Oeste, vides preñadas
besando el río.
Al Norte dos hileras de árboles
refrescando el camino;
sobre sus copas, la torre del campanario,
reloj puntual de los que viven de oído.
Y al Sur,
las huellas de nuestros pasos,
incendiadas de voces y de silencios.
En el centro de los cuatro
confluye nuestro destino.